¿Por qué nos cuesta tanto aceptar la realidad?

¿Por qué nos empeñamos en cambiar a los demás?

Decía León Tolstói que «todos queremos cambiar a los demás sin cambiar nosotros primero», ¡y qué razón tenía!

A mí también me pasa, no te creas. Uno de mis mayores errores en la vida ha sido intentar cambiar a las personas, hasta que, cumplidos los cuarenta, empecé a aceptar que es mucho más productivo y rentable intentar mejorar tu propia versión.

Sabemos que «un metro son 100 cm.», «que no hay duros a cuatro pesetas» y «que árbol que nace torcido, jamás su tronco endereza», «ni año que tenga dos primaveras». Estos refranes nos recuerdan algo muy práctico: «No le pidas peras al olmo». Este viejo dicho me invita a compartir hoy contigo algo importante:

En el trabajo y en la vida, no esperes que los demás hagan cosas que van en contra de su naturaleza.

Esperar que un compañero o un superior reaccione o actúe como lo haríamos nosotros solo lleva a la frustración y al desgaste. Burned out!, ¡jaque mate!, muuuuuy difícil.

Reconocer y aceptar las capacidades de cada quien no solo es lo más sensato, sino que mejora la colaboración y reduce conflictos. De hecho, es otro de los superpoderes que debemos tener como CEOs. Si entendemos los límites de los demás, trabajaremos mejor, evitando malentendidos y resentimientos. Porque ser feliz no es más que saber fijar expectativas, ¿no? Siempre me ha encantado esa definición de felicidad: no esperar nada de los demás, ni mucho menos pretender que actúen como tú quieras. Para eso están los sistemas y las rutinas.

Es hora de aceptar y darse cuenta de que forzar situaciones o querer cambiar a los demás es inútil. Aceptar a las personas tal como son, y si te estresa, recuerda que puedes empezar a cambiar tú primero. Si cada cual piensa de una manera diferente y esos pensamientos son los que construyen nuestras creencias, es evidente que será muy difícil meterte en la cabeza de los demás y resetear su mindset.

En el trabajo, como en la vida, hay que aceptar nuestras diferencias y trabajar con ellas, no contra ellas. Así, en lugar de pedir peras al olmo, aprendemos a valorar lo que el olmo sí puede ofrecernos, que, por cierto, da una sombra excelente.

Abrazo y feliz jornada.