Había una vez un rey muy poderoso que gobernaba con mano firme sobre su vasto reino. Aunque era un hombre inteligente, con el tiempo se volvió perezoso y demasiado confiado en su poder y en el consejo de aquellos que lo rodeaban. Se rodeó de amigos y cortesanos que, para ganarse su favor, siempre le decían lo que quería escuchar y lo alababan sin cesar.

Estos amigos le aseguraban constantemente que todas sus decisiones eran sabias y correctas, y que no había necesidad de preocuparse por los problemas que surgían en el reino. El rey, complacido y encantado por tanta adulación, nunca dudó de ellos.

Un día, el rey decidió emprender una gran campaña militar para expandir sus territorios. Como era costumbre, sus amigos lo animaron sin reservas, aplaudiendo su decisión y asegurándole que era la mejor estrategia. Pagaron sus tributos y ¡a la guerra! Sin embargo, la realidad en el campo de batalla fue muy distinta. La campaña fue un desastre: su ejército fue derrotado, y las tierras que tanto anhelaba conquistar quedaron fuera de su alcance.

Cuando el rey regresó a casa, maltrecho y humillado, descubrió que su reino estaba en ruinas. Mientras él estaba ocupado luchando en una guerra mal planteada y perdida de antemano, sus supuestos amigos habían aprovechado su ausencia para conspirar en su contra. Le habían robado gran parte de su riqueza, se habían adueñado de territorios clave y ahora planeaban despojarlo del trono.

Desesperado y traicionado, el rey comprendió que su error había sido confiar ciegamente en aquellos que lo rodeaban solo porque lo adularon. Había permitido que su vanidad y su deseo de ser alabado lo cegaran ante la verdadera naturaleza de sus amigos, quienes, lejos de ser leales, solo buscaban su propio beneficio.

La adulación es en realidad un insulto disfrazado de cumplido.

 

Moraleja para la empresa:

En los negocios, a veces el peligro viene de quienes tienes más cerca. No te fíes de aquellos que solo te «bailan el agua» y te dicen lo que quieres oír. Es mejor contar con alguien que te diga las cosas como son, aunque a veces duela. Busca siempre opiniones contrarias a la tuya. Un punto de vista nuevo te obliga a replantearte preguntas importantes. Al final, los que te adulan pueden estar más interesados en sacar provecho que en ayudarte de verdad. Recuerda que al César lo asesinaron sus supuestos amigos, aquellos que más se acercaban a él.

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