Hace ya miles de años, los reyes persas ya se hacían las preguntas importantes. Los griegos, los romanos y, mucho después, empresas como Codorníu en 1551 o Ford en 1890, también lo hacían.

¿Qué tenían en común?
Sabían hacerse las preguntas correctas, cuestionaban lo que hacían y buscaban formas de mejorar.

Para mí, ahí empezó la verdadera consultoría. Los líderes de entonces no solo resolvían problemas, sino que proyectaban su futuro haciendo las preguntas adecuadas.

¿Por qué es tan importante hacer buenas preguntas?

Porque todo cambio y toda mejora empiezan con una duda. Como CEO, si no te haces preguntas incómodas sobre tu negocio, tu equipo o el futuro, ¿cómo esperas cambiar la realidad?

Las preguntas son el punto de partida de cualquier transformación. Y un buen mentor no solo te ayuda a encontrar respuestas, sino que te empuja a hacerte mejores preguntas. Es incómodo, lo sé. Como cuando tu madre te suelta a bocajarro: «Has engordado». Esa incomodidad es lo que te impulsa a mejorar.

Hoy, con la era digital, encontrar respuestas es más fácil que nunca. Herramientas como ChatGPT te dan el 80% de las respuestas por 22 euros al mes.

Pero no te engañes: tener respuestas no es suficiente. Lo complicado es llevar esas respuestas a la práctica. Ahí es donde entro yo.

El verdadero reto no está solo en hacer preguntas o encontrar respuestas. El desafío real es la ejecución. Poner esas ideas en movimiento, mejorar procesos, resolver problemas… eso es lo que marca la diferencia. Y créeme, ejecutar es lo más difícil de todo.

Hoy en día se habla mucho de agile, scrum, y métodos 3.0, pero veo lo mismo una y otra vez: a la gente le cuesta levantarse de la silla. Y cuanto más cara es la silla, más cómodos estamos en ella. ¿Empezamos por los directores?

Así que sigue haciéndote preguntas, sigue buscando respuestas. Pero cuando llegue el momento de ejecutar, estaré aquí para ayudarte a convertir esas ideas en acción.

Soy Álvaro Navarrete, y mi especialidad es simplificar negocios y convertir PyMEs en SuperPyMEs.