Pero no es que falte un poco, es que estás a un paso de cerrar el chiringuito.

Se llama flujo de caja negativo. Yo lo llamo «ser gilipollas».

Así fue mi realidad hace unos años, cuando tomé una de las peores decisiones de mi carrera: invertir todo en una estrategia que no dominaba. Algo parecido a comprar bitcoins con un amigo que no tiene ni idea, pero con peor resultado.

¿Qué ha fallado?
Primero, me dejé llevar por el entusiasmo.

No investigué lo suficiente, no validé el mercado y me confié en que el “instinto” me salvaría. Spoiler: no lo hizo.

¿Cómo me di cuenta?
El tortazo llegó cuando mi margen cayó en picado con un stock por las nubes y con gasto hasta las cejas: tormenta perfecta. Pensé que era cuestión de tiempo, pero la realidad era simple: no había hecho los deberes.

El mercado no necesitaba lo que yo ofrecía, por mucho que yo quisiera venderlo.

La consecuencia fue clara: deuda, estrés y la sensación de haber fracasado.

5 lecciones aprendidas:

  1. No confíes en el instinto sin datos. El instinto está bien, pero sin cifras que lo respalden, es como conducir a ciegas. Si no puedes probar que hay una demanda real, ni lo intentes.
  2. Invierte tus ahorros, pero ¡no todo! (esa es la parte del («gilipollas»). No pongas todos tus huevos en la misma cesta, porque si falla, te quedas con nada.
  3. Habla con tus clientes. No con tus socios, ni con tus amigos. Pregunta directamente a quienes van a sacar la cartera. Si no tienen interés, tú tampoco deberías tenerlo.
  4. La realidad no es negociable. Cuando te cae el margen, es que no aportas valor. Alguien lo está haciendo mejor. Esa es la señal más clara de que algo no va bien. Es como una alarma que te grita: ¡Retírate! Si no pivotas y corriges rápido, te quedarás fuera del juego.
  5. Mi mujer me quiere… Después de la jaimitada, aún seguimos juntos. Love!

Por mucho que quieras que algo funcione, si los números te dicen lo contrario, más vale cambiar el plan antes de que se hunda el barco.

Al final, no hay atajos en los negocios. Los sistemas, los datos y las buenas decisiones son lo que te mantiene a flote. Confía menos en el instinto y más en los números. Si no tienes claro qué necesita tu mercado, te arriesgas a hundirte solo. No cometas el mismo error que yo.

Eso sí, ya sabes: «Para aprender, perder.»

Si quieres ahorrarte todos estos errores y aprovecharte de lo que he aprendido a base de golpes, contrátame. Te evitarás muchos dolores de cabeza y empezarás a tomar decisiones que realmente hacen crecer tu empresa.