Estaba con más guerras que soldados. Desesperado.
Necesitaba cubrir un puesto YA. No tenía tiempo ni para pensar. Total, que contraté al amigo de un amigo. Ni entrevistas, ni comprobaciones. Tan solo miré su perfil en LinkedIn y pensé: «¿Qué puede salir mal?»

Spoiler: TODO.

La cosa fue un desastre. Cero encaje con el equipo. Ni habilidades, ni actitud, ni compromiso. Lo único que conseguí fue quemar tiempo y dinero. ¿Te suena?

Entonces, ¿qué aprendí?
Lo resumo en cuatro verdades que a mí me costaron caro:

👉 No contrates por desesperación.
Si no te tomas el tiempo para hacerlo bien, lo pagarás el doble de caro más tarde. Mejor esperar que arreglar desastres.

👉 Una recomendación no es garantía.
El amigo de tu primo, el conocido de tu vecino… Nada sustituye el trabajo de verificar por ti mismo.

👉 El equipo lo es TODO.
Si alguien no encaja, infecta al resto como un virus. Tienes que cortar por lo sano, rápido. Sin dramas, pero sin remordimientos.

👉 Sistematiza. Contrata bien.

Y cuando algo no funcione, despide rápido. Esto no es ser mala persona, es necesario para no perder productividad y moral en tu empresa.

Y aquí va el consejo que no falla:
El mejor talento es siempre caro.  El resultado de una empresa es la imagen fiel de su talento. Si la empresa va como el culo, normalmente es que adolece de buen talento. Si va como un tiro, es que hay buena materia prima, empezando por el CEO.

Si no tienes dinero, tendrás que dedicar más tiempo a mentorizar. Y si no sabes contratar, yo te ayudo.