Cuando la cola mueve al perro

Rita es mi perra. Una golden preciosa.

La adoramos en casa. Es luz.

Está tumbada en el pasillo. Parece dormida, completamente relajada.

Me acerco sigilosamente para darle un beso, con cuidado de no despertarla. Pero antes de llegar, escucho el golpeteo de su cola contra el parqué: Toc, toc, toc
No ha abierto los ojos. No se ha movido. Pero sabe que estoy ahí. Lo nota.
La tiene conectada al corazón. Corazón, corazón, corazón.

Y me pregunto…

¿Cómo sería el mundo si las personas demostráramos nuestro amor con la misma transparencia?
Sin palabras rebuscadas, sin miedo al qué dirán, sin juegos ni estrategias.

Solo sentir y dejar que se note.
Quizá el amor de verdad es eso: cuando la emoción es tan pura que ni siquiera hace falta decir nada.

Cuando la cola está conectada al corazón.

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