Cuanto más limitado es un jefe, más frena a su equipo

Un freno siempre frena (valga la redundancia).

En cualquier empresa hay jefes que aceleran… y otros que frenan. Hoy te voy a hablar de cómo identifico a los que frenan.

Un jefe que frena es ese que juega a la defensiva. Que limita la creatividad, la capacidad de pensar, proponer o hacer de su gente. Un vampiro.

Por lo general, inseguros y temerosos de que afloren sus propias carencias. Les encanta la silla y raramente bajan a torear a la arena. Aman la jerarquía y la burocracia. Su frase favorita: “Mañana lo vemos.” Tienen pánico a que les quiten la silla y harán siempre suyas las buenas ideas ajenas.
Son hijos de la cultura industrial de los 80 y 90, esa en la que las personas eran obreros o, como mucho, un factor de producción.

Cero talento. Todos los hemos sufrido.

Hoy, con la tecnología como palanca de conocimiento, la gestión no tiene más límite que las ideas… y, en algunos sectores, los recursos para ejecutarlas. Precisamente por eso, veo el presente y el futuro tan prometedores.

A cada nivel de recursos, una empresa es tan poderosa como la calidad del talento del jefe o dueño que la lidera. Él marca la velocidad del sistema. Él es el cuello de botella, el freno… o el acelerador.

Los jefes “freno” contaminan la cultura. Enrarecen el ambiente. Bloquean lo bueno. Hay que sacarlos cuanto antes. Igual que a los empleados que ya no quieren empujar.

Hoy hay que entender esto: no existe mejor personal que aquel que, desde una profunda vocación de lealtad y entrega, decide poner su cerebro al servicio de una empresa. Por eso, en cualquier organigrama —y especialmente en los puestos de dirección— no hay que poner más límite que la rentabilidad de las ideas que se aportan.

Eso se llama meritocracia: tanto vales, tanto ganas. Y el ROI es la mejor métrica para medirlo.

Si quieres que tu empresa avance, diseña un sistema claro para identificar, cuidar y multiplicar el talento de ese 20 % de personas que generan el 80 % del valor. Dales margen, visibilidad y criterio. Mídeles por impacto, no por horas de silla. Hazles sentir que su esfuerzo cuenta, que sus ideas valen y que su crecimiento depende de resultados, no de favores.

Eso es cultura de rendimiento. De resultados.
Eso es meritocracia con nombre y apellidos.

Porque cuanto más limitado es un jefe, más limita al equipo. Y cuanto más crece el talento, más crece tu negocio.

¿Tú cómo te ves?
¿Tienes claro quién es ese 20 % en tu empresa?
¿Y qué estás haciendo para que no se te vayan?

Si no lo tienes claro, te echo un cable y quitamos el freno juntos
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