Pablo está trabajando en su oficina una tarde, mirando por la ventana. De repente, ve a un grupo de niños pequeños jugando en el parque. Uno de ellos intenta subir a un árbol. Al principio, el niño parece dudar, mirando hacia arriba, valorando los riesgos: «joder, si me caigo, me rompo la crisma y, además, mi madre me mata», piensa, pero luego, con una sonrisa picarona, simplemente empieza a trepar, sin pensarlo demasiado.

Ese momento ilumina a Pablo. Se da cuenta de que, como el niño y el árbol, a veces es mejor actuar en lugar de quedarse atrapado en un bucle de overthinking. No se trata de ignorar los riesgos, sino de no permitir que el miedo paralice la acción.

Overthinking es dar demasiadas vueltas a las cosas.

Es marear la perdiz.

Es la parálisis por análisis.

Es otro de los saboteadores que hay que dominar. Además, cuanto más inteligente es una persona, más tendencia tiene a rallarse. Es el primer pecado mortal de los indecisos.

Susan Nolen Hoeksema, decana de la Universidad de Yale, demostró que el overthinking, lejos de ayudar a mejorar la toma de decisiones, eleva el pensamiento negativo, perjudica el sueño, reduce la motivación y la conentración, resta velocidad a la iniciativa y genera tristeza. ¡No veas!

¿Cuándo es el momento de dejar de pensar y empezar a hacer?

Es una buena pregunta, ¿verdad? Bueno, el momento de pasar de pensar a hacer llega cuando tienes suficiente información para tomar la decisión, pero antes de que esa información te lleve al laberinto del overthinking. Es como encontrar el equilibrio en una balanza.

Imagina que estás en un cruce de caminos: si te quedas parado demasiado tiempo, perderás oportunidades. Pero si caminas sin mirar, podrías equivocarte de camino. El momento de caminar es cuando has observado las señales y sabes hacia dónde te diriges, pero antes de que comiences a dudar de cada pequeña decisión. Ese momento es cuando sientes que tienes una comprensión razonable de la situación, pero aún conservas la energía y la pasión para actuar. Es el punto medio entre la prudencia y la determinación, donde la preparación se encuentra con la oportunidad.

Pero, ¿cuándo tiene uno la información suficiente? ¿Cuándo tengo el 10%, el 20, el 30, el 50, el 70%? ¿Cuándo?

Eso depende de la complejidad y el alcance de la decisión. Para decisiones menores, un 10-30% puede ser suficiente, especialmente si son reversibles o de bajo riesgo. Te permite actuar con rapidez y aprender en el proceso.

En cambio, para decisiones más importantes, especialmente aquellas que son difíciles de revertir o tienen un alto impacto, es mejor tener al menos un 50-70%. Aquí es crucial tener una buena comprensión de los riesgos y el beneficio.

Pero ya sabes que rara vez tendrás el 100% de la información. Esperar a tenerla toda puede llevarte al overthinking. La clave está en saber equilibrar la necesidad de información con la voluntad de actuar, incluso cuando no tienes todas las respuestas.

Aunque es importante ser consciente de los riesgos, es vital saber cuándo es el momento de dejar de planificar y empezar a actuar. Justo como el niño que decidió subir al árbol, a veces debemos confiar en nuestros instintos y habilidades para avanzar.

A mí lo que me va muy bien para no rallarme es pensar cuanto antes en la solución y concentrarme en buscar el FLOW. Haz caso al refrán y «si lo que quieres ser feliz como dices, no analices» y no te ralles que dándole vueltas y más vueltas al problema, es como intentar apagar un fuego avivando las brasas.

Así que, la próxima vez que te encuentres en la encrucijada del overthinking, recuerda: el equilibrio está en la acción, no en la perpetua contemplación.

Actúa con la información que tengas en ese momento y desbloquea el análisis excesivo.

Si te atascas en tu pyme, llámame. Yo te ayudo;)