Confieso que me encanta medir. Confieso además que se me da bien hacerlo: Mide, Simplifica y Ganarás Dinero es mi mantra, ya sabéis, pero en los negocios no siempre todo se puede medir. Hasta la cultura empresarial se mide por el resultado de la empresa. Incluso por el PER, pero,

¿qué pasa cuando no podemos medir con precisión y hay que jugar a la ruleta rusa con la maldita incertidumbre?

Esos casos en los que nuestra intuición pesa más que la información que nos dan los datos. Situaciones en las que nos vemos obligados a cruzar la linea roja que hay entre el éxito y el abismo del fracaso. El impacto de una guerra, el cambio climático, una fusión o una adqusición con sinergias pero con culturas divergentes o porque no, un cambio de  estrategia o una contratación clave. ¿Cómo se sentiría Putin al declarar la guerra a Ucrania o qué pasaría por la cabeza de Richard Branson una hora antes de que su avión-cohete Unity despegase a la Luna en su primer vuelo? ¿Qué pasa si no llueve y sube el arroz al infinito para 4.000 millones de personas en el mundo? ¿O que los hoteles no puedan llenar sus piscinas en verano?¿Tú reservarías?

¿Cómo actuar cuándo no podemos convertir datos en información relevante para tomar decisiones? Cuando se acaba el poder de proyectar decisiones. Ahí estamos jodidos, si me permitís la expresión.

El riesgo es medible, la incertidumbre no. Hay que ser valiente pero no temerario: Hay una línea fina entre seguir un audaz acto de fe y caer en la imprudencia. La clave está en saber cuándo es esencial dar ese salto al vacío.

A veces, la mejor decisión es aquella que resuena en tu cabeza con tu comprensión más profunda y pura del negocio. ¡Para eso lo has mamado! Esos momentos en los que la incertidumbre nos supera y la intuición se convierte en nuestra mejor guía, son los que definen a los verdaderos dueños de negocio. Son pruebas de fuego que forjan nuestro carácter, no solo del líder, sino de toda la empresa.

PD. Se me ha ocurrido este post escuchando lloriquear a un cliente que estando al frente de su empresa por más de diez años va y me llama para decirme que no tenía huevos de despedir al Director Comercial que le había engañado. Cuelgo y sigo corriendo y escuchando a Fito & Fitipaldis que en la canción «Entre la espada y la pared» dice algo así como que «Lo contrario de vivir es no arriesgarse… no, no no, no, no, …«