La empresa es como un puzzle: ¿sabes qué estás construyendo?

Algunos domingos por la mañana, me doy una vuelta por la biblioteca que tengo cerca de casa. Es pequeña, tranquila, y tiene un rincón que me encanta: una mesa donde la gente se junta para montar puzzles (la de la foto).

A veces veo a una señora mayor, sola, buscando esa pieza que parece imposible de encontrar. Otras veces es una familia: el niño se encarga de los bordes, la madre separa los colores, el padre intenta encajar piezas al azar, como si fuera magia. Pero, siempre, todos siguen un sistema.

Primero, miran el dibujo en la caja. Se lo graban en la cabeza. Luego buscan y colocan las piezas con calma, sabiendo que, aunque tarde, cada una tiene su posición. Porque lo saben: sin una imagen clara de lo que están construyendo, da igual lo mucho que trabajen. Las piezas no encajarán.

Y ahí, en ese rincón de la biblioteca, me doy cuenta de algo: la vida, las empresas, incluso las relaciones, funcionan exactamente igual. Si no tienes una imagen clara de lo que quieres construir, da igual cuánto esfuerzo pongas. Estás perdiendo el tiempo.

Ahora imagina que tienes un puzzle delante, pero no tienes la caja con la imagen de referencia. Empiezas a juntar piezas al azar, probando aquí y allá, esperando que, de alguna forma milagrosa, todo encaje. ¿Frustrante? Pues así vive mucha gente su carrera y su vida.

Quieren “tener éxito”, “crecer” o “ser felices”, pero no tienen ni idea de lo que eso significa para ellos. Van probando cosas: un curso por aquí, un proyecto por allá… juntando piezas sin ton ni son. Y al final, miran el puzzle y piensan: “Esto no tiene ni pies ni cabeza”.

En las empresas pasa igual. ¿Cuántas empresas conoces que contratan personal porque “hay que crecer”, lanzan productos porque “se llevan” o invierten en marketing porque “es lo que toca”? Resultado: un puzzle desordenado, piezas sueltas por todas partes y un negocio que avanza a trompicones, si es que avanza.

La solución es sencilla, pero no fácil: tener claro desde el principio qué puzzle quieres construir. Aléjate, toma perspectiva y pregúntate: “¿Cuál es la imagen que tengo en mente?”. Porque si no sabes a dónde vas, cualquier pieza parece buena. Y ese es el problema: no todas las piezas valen. Algunas tendrás que dejarlas fuera, por mucho que te gusten.

Cada pieza tiene una posición concreta, un porqué. No puedes forzarla donde no va. Esto aplica a todo: la vida, las empresas, las relaciones. Y lo curioso es que cuanto más complicado es el puzzle, más te motiva acabarlo. Más orgulloso te sientes al terminarlo.

Puedes hacerlo solo o en compañía, pero siempre con una idea clara de lo que estás construyendo. Así que, si ahora mismo tienes la impresión de estar poniendo piezas al azar, para.

Mira el puzzle y pregúntate: “¿Tengo claro lo que quiero construir?”.

Si la respuesta es no, ya sabes por dónde empezar.

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