¿Te tirarías por la ventana si te lo pide tu jefe?

La pregunta parece rara, ¿verdad? Seguramente piensas: “¡Por supuesto que no!”. Pero, cuidado, porque quizá no sea tan absurda como parece. No hablo de una ventana literal, hablo de malas decisiones que perjudican a la empresa, a tu equipo o incluso a ti mismo.

Piénsalo. ¿Cuántas veces has seguido órdenes que sabías que eran un error solo porque venían “de arriba”? Puede que tu jefe no te haya pedido que te tires por una ventana, pero tal vez sí te ordenó:

  • Aceptar objetivos imposibles que destrozan al equipo.
  • Lanzar un producto a medias, sabiendo que va a fallar.
  • Implementar una estrategia absurda porque “es lo que quiere el jefe”.

Y tú, en lugar de cuestionarlo, obedeciste. “Yo solo sigo órdenes”, te dijiste. Pero, ¿a qué precio?

Esto no es nuevo. El experimento de Milgram en los años 60 ya lo demostró: bajo la presión de una figura de autoridad, la mayoría de la gente obedece, incluso cuando sabe que lo que está haciendo está mal. En tu caso, el daño no es físico, pero puede ser igual de destructivo para tu empresa, tu equipo y tu reputación.

Así que la próxima vez que una orden de tu jefe o de un superior no tenga sentido, pregúntate: “¿Esto ayuda a la empresa o solo estoy obedeciendo para no meterme en líos?”. Porque, al final, la obediencia ciega no solo daña a los empleados. También hunde empresas.

Y tú, ¿seguirías órdenes sin pensar o te atreverías a abrir la boca antes de saltar?

Las empresas quieren gente leal, no «yes men»

En las empresas, la lealtad está sobrevalorada. O, mejor dicho, está mal entendida. Muchos líderes creen que un empleado leal es aquel que dice “sí” a todo, que nunca cuestiona, que obedece sin rechistar. Pero déjame decirte algo: ese tipo de lealtad no construye negocios sólidos, los hunde.

Un «yes man» no te aporta nada. Es alguien que sigue órdenes sin pensar, que no cuestiona ni te advierte cuando vas directo a un muro. Su misión no es mejorar la empresa, sino evitar conflictos. ¿El resultado? Decisiones mediocres, errores evitables y, a la larga, un equipo sin iniciativa.

La verdadera lealtad, en cambio, es incómoda. Es la que te dice:

  • “Esto no va a funcionar”.
  • “Ese cliente no nos conviene”.
  • “Nos estamos equivocando”.

Esa es la lealtad que vale. La que no busca caer bien, sino ayudarte a decidir con cabeza, sobretodo cuando no te gusta lo que escuchas.

Si en tu empresa todos están de acuerdo contigo, cuidado. No tienes un equipo, tienes un coro. Y un coro no te lleva lejos, te lleva a la complacencia. Las empresas que prosperan son las que tienen gente valiente, leal de verdad, que se atreve a decirte lo que necesitas escuchar, no lo que quieres oír.

Así que pregúntate: ¿tienes un equipo leal o estás rodeado de «yes men»? Porque hay una diferencia enorme entre ambas cosas. Y esa diferencia es la que decide si tu negocio crece o se estanca.

Moraleja del día: Busca siempre la incomodidad: La obediencia ciega mata a las empresas.

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