Hoy me he acordado de los inmigrantes

De mi abuelo. De mis padres. De mis tíos y primos. De mis amigos. De mis clientes.

Muchos de ellos, inmigrantes…

22 de febrero de 1957. Estación del Norte.

Mi abuelo llegó a Barcelona con lo puesto. Solo, viudo e inmigrante.

Montó una frutería. De barrio. De las de antes. Y trabajó como un burro para sacarnos adelante. Seguramente, también, como los tuyos.

Mis padres aprendieron el oficio y montaron otra tienda 24/7. Luego, dos. Y luego tres…

Hoy voy a desayunar al café de siempre. Dos hermanos ecuatorianos abren a las seis en punto. El mayor siempre me pregunta por el trabajo. El pequeño me guarda el periódico.

A mediodía, como en un bar gallego que antes llevaba Pedro, ya jubilado, y que ahora regenta un chino. No hablan español, pero cocinan de maravilla. Y a mí, que hablen o no perfecto, me da igual. Atienden de coña.

Por la tarde, visito a mi vecina mayor que está ingresada en el hospital. La cuida una chica rumana. El camillero que la anima cada día es senegalés. Tiene más vocación que muchos nacidos aquí.

Al salir, paso por el 24 horas. Me atiende un chico pakistaní. Siempre amable. Siempre educado.

Si quiero cortarme el pelo (y siempre me acuerdo en domingo), bajo a ver a Moha. Siempre está. Siempre al pie del cañón y con su mejor sonrisa.

Y me recuerda a mis padres.

Entonces me pregunto:

¿Qué pasaría si mañana todos ellos desaparecieran?

Nada funcionaría.

Y luego escucho ciertos discursos sobre inmigración… Y me acuerdo de mis padres. Y me cabreo. Y pienso que los discursos racistas contra la inmigración siempre se dan con la barriga llena.

¿Y sabes quién ha puesto ese plato delante?

Exacto.

Porque quien viene de fuera, la mayoría de las veces, viene con más ambición, con más respeto y más ganas que los de aquí.

Eso no lo dice un estudio de Harvard. Lo veo cada día.

La inmigración es riqueza. Pero solo si se gestiona bien, con orden y en las empresas necesitamos manos y talento con ganas.

El reto no está en cerrar la puerta. El reto es saber cuántos, de qué tipo y cómo integrarlos sin perder nuestra identidad.

De eso no hablan los políticos , pero tú sí lo sabes porque tú tienes que cumplir con el pedido. Con el cliente. Con la producción. Con el reparto.

¿Quieres que tu empresa funcione?

Entonces aceptemos que la inmigración bien gestionada no es un problema, sino una ventaja competitiva, y que si no atraes tú a ese talento con ganas de superarse… lo atraerá otro.

¿Quieres competir de verdad?

Planifica. Decide. Ordena y crea sistemas.

Yo te ayudo a convertir esa mezcla de talento en una empresa rentable.
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P.D. El cartel de la foto es real. Una campaña actual de los EE.UU. que anima a delatar a los sin papeles. Alguien debería recordarle a Trump que entre 1850 y 1930, uno de cada cuatro americanos era inmigrante, incluidos el 90% de los premios Nobel.

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